
Erase una vez, que había un hombre que era un buscador. Un buscador es alguien que busca; no necesariamente que encuentra. Tampoco es alguien que necesariamente sabe lo que busca, es alguien para quien su vida es una búsqueda.
Después de dos días de marcha divisó a lo lejos Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo, le llamó la atención una colina a la derecha del sendero. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadores. La rodeaba una valla de madera lustrada. Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar.
Mirando a su alrededor se dio cuenta de que otras piedras tenían inscripciones similares.
Aquel hermoso lugar era un cementerio y cada piedra una tumba.
Una por una empezó a leerlas todas: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto.
Se llenó de espanto al comprobar que el que más había vivido no sobrepasaba los 11 años.
Embargado por un dolor terrible se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio lo vio llorar y le preguntó si era por algún familiar
El anciano sonrió y dijo: - puede usted serenarse, no hay maldición ni epidemia, es que en este lugar tenemos una costumbre le contaré…
-Cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como esta que tengo aquí, para se la cuelgue del cuello. A partir de ese momento anotamos, qué fue lo que disfrutamos y cuánto duró el gozo.
y al morir sumamos todos esos momentos
y lo escribimos sobre su tumba.
Porque ese es para nosotros el único y verdadero TIEMPO VIVIDO.-